Raúl, asumiste el liderazgo al fallecer José Ramón y te convertiste, junto con
Antonio, en puntal de la familia. Bromista, pero también grave y reservado.
Siempre fuiste jovial y deportista, al igual que responsable, maduro,
trabajador y dedicado.
Formaste, al unirte a tu amada Martha, una bella familia integrada por dos
robles y una margarita. Los nietos alegraron el jardín de tu existencia y
prolongan tu legado de rectitud, amor, honestidad y generosa entrega.
Trabajaste en campos diversos, pero con presteza, puntualidad, eficacia y
eficiencia. Desde joven te incorporaste al mercado laboral distinguiéndote
por tu atinado y correcto desempeño, así como por tu disponibilidad y buen
trato.
El nerviosismo y preocupación por cumplir con tus presurosas actividades
incidieron en tu organismo juvenil, provocando una úlcera que laceró tu
estómago. Empero, te recuperaste rápidamente y emprendiste las más
esforzadas tareas a través de tu vida, que ayer llegó a su fin a tus 80 años,
con un agotado corazón que nunca se cansó de amar y prodigar cariño.
Te distinguiste por el amor que prodigaste a tu esposa, hijos, nietos,
hermanos, sobrinos y demás familiares y amigos, porque cultivaste
armónicamente el inapreciable vínculo de la amistad, compañerismo y
camaradería.
Como hermano, disfruté de tu protección y apoyo incondicional. Creo que lo
mismo podrán decir los demás familiares, pues continuamente recibíamos
tus llamadas telefónicas e innumerables muestras de cariño.
Reproduzco las palabras de una carta que dirigió Vincent Van Gogh a su
hermano Theo: “Es bueno amar tantas cosas como uno pueda; es allí donde
está la verdadera fuerza; quien ama mucho hace mucho, puede mucho, y
aquello que está hecho con amor está bien hecho… decir pocas palabras,
pero que tengan un sentido, es mejor que decir muchas que no sean más que
sonidos huecos”.
¿Amo mucho?
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